Los
que me conocen desde pequeño saben que siempre he querido ser periodista. Lo
siento en las venas. Cuando se lo dije a
mis padres, me miraron con cara de incredulidad y extrañeza, pero siempre me
han mostrado su apoyo. Poder contar al mundo la verdad de lo que ocurre, es lo
más grande que le puede pasar a alguien que se quiera dedicar a esto. Sin embargo es lamentable comprobar el estado
en el que se encuentra la profesión. Y no precisamente por las oportunidades
laborales, que también, sino por la degradación que ha alcanzado. Cuando uno ve
que hay gente que se acepta hacer de perro de su amo, y estar dispuesto a
sentarse al lado de su superior con tal de copiar al dictado como un dócil
cordero, se lo piensa dos veces antes de lanzarse a estudiar esta carrera. Cada vez que observo este comportamiento cuando
veo la tele o leo algún artículo, el sentimiento de resignación se mezcla con
otro de motivación. Vale, cierto. Puede haber gente sin principios que acceda a
hacer eso, pero, ¡diablos, también hay periodistas que no bajan la cabeza ante tal
humillación! Muchos me dicen que para llegar a ser algo en esta vida, hay que
ser un canalla y extremadamente astuto, o no me comeré un rosco. Pero yo no
pienso así. Y jamás lo haré. Podrán quitarme todo, pero jamás me arrebatarán
los principios. Gente que tiene que comer, ha sido apartada de sus obligaciones
y posteriormente despedida por no plegarse a realizar esas penosas
“informaciones”. Ellos son un ejemplo para mí. Si, puede que el periodismo esté
prácticamente de capa caída. Sí, puede que haya gente que desconoce la ética
profesional. Pero ello no me desmotiva, al contrario: hoy más que nunca quiero
ser periodista.
Pablo
Torres Yébenes
23/07/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario