Anoche parecía que muchos tenían algo que celebrar.
En varios idiomas y ante una multitud eufórica, Artur Mas clamaba a los cuatro
vientos que habían ganado, tanto él como la democracia y el pueblo de Cataluña.
No muy lejos de allí, Albert Rivera salía, con su delfín Inés Arrimadas, igual de
eufórico que los independentistas, ante la prensa para anunciar que habían
quedado segundos. “Campeones oe, oe, oe”, "yo soy español, español" y
"España unida, jamás será vencida", son algunos de los cánticos que
allí se recitaban. Pensarían seguramente que era una noche de ilusión y
esperanza. Para mí, no. Estas dos últimas semanas hemos asistido a un
lamentable espectáculo, propio de niños de colegio de primaria. Una competición
para ver quien la tenía más grande, la bandera, y ver quién era el más patriota
de todos. No importaba nada más que eso. Se trataba de convertir esto en una
pelea de gallos y lo consiguieron. La corrupción, los recortes, la pobreza… nada
de eso importaba ya. Todo consistía en tapar los problemas con una bandera.
Daba igual cual fuera, la estelada o la rojigüalda. Había que sacarla a
relucir, aunque fuera a empujones en el balcón de la plaza del Ayuntamiento de
Barcelona. Pero nada de eso importa ya. Algunos quisieron convertir esto en un
plebiscito y lo han conseguido. Los que se han quedado al margen de este debate
y han preferido hablar de otros asuntos, se han llevado el batacazo de su
historia. Y no es para menos. Anoche se consumó una fractura abismal, tejida
durante años y años de martilleo. Pero no una fractura entre dos territorios,
sino una fractura social. Fractura que costará mucho tiempo volver a cerrar. Y
es que la palabra “patria” pesa tanto entre la gente… Ser patriota no es sacar
tu bandera más grande y saberte de pe a pa los compases del himno de turno.
Para mí, ser patriota es otra cosa mucho más grande. Es velar por el bienestar,
la seguridad, los derechos y las libertades de todos y cada uno de los
individuos de una nación. Es cuidar, preservar y querer la riqueza lingüística,
nacional-territorial, cultural y patrimonial. Es respetar los valores
democráticos y el respeto entre individuos diferentes entre sí. Nadie es más
patriota que yo por llevar una bandera más grande. Pero la mayor parte de la gente
piensa lo contrario. Casi nadie de nuestra clase política se acuerda de esto
ya. Han conducido este asunto hacia un abismo y ya no se puede dar marcha
atrás. Tantos unos como otros, quieren todo o nada. Muchos celebraban anoche
que habían ganado. No se sabía exactamente el qué. Nadie sabe qué puede pasar,
ni las consecuencias que esto puede tener. La gran pregunta que yo les haría a
los que anoche celebraban algo es: ¿y ahora qué?
Pablo Torres Yébenes
28/09/2015