lunes, 28 de septiembre de 2015

¿Y ahora qué?



Anoche parecía que muchos tenían algo que celebrar. En varios idiomas y ante una multitud eufórica, Artur Mas clamaba a los cuatro vientos que habían ganado, tanto él como la democracia y el pueblo de Cataluña. No muy lejos de allí, Albert Rivera salía, con su delfín Inés Arrimadas, igual de eufórico que los independentistas, ante la prensa para anunciar que habían quedado segundos. “Campeones oe, oe, oe”, "yo soy español, español" y "España unida, jamás será vencida", son algunos de los cánticos que allí se recitaban. Pensarían seguramente que era una noche de ilusión y esperanza. Para mí, no. Estas dos últimas semanas hemos asistido a un lamentable espectáculo, propio de niños de colegio de primaria. Una competición para ver quien la tenía más grande, la bandera, y ver quién era el más patriota de todos. No importaba nada más que eso. Se trataba de convertir esto en una pelea de gallos y lo consiguieron. La corrupción, los recortes, la pobreza… nada de eso importaba ya. Todo consistía en tapar los problemas con una bandera. Daba igual cual fuera, la estelada o la rojigüalda. Había que sacarla a relucir, aunque fuera a empujones en el balcón de la plaza del Ayuntamiento de Barcelona. Pero nada de eso importa ya. Algunos quisieron convertir esto en un plebiscito y lo han conseguido. Los que se han quedado al margen de este debate y han preferido hablar de otros asuntos, se han llevado el batacazo de su historia. Y no es para menos. Anoche se consumó una fractura abismal, tejida durante años y años de martilleo. Pero no una fractura entre dos territorios, sino una fractura social. Fractura que costará mucho tiempo volver a cerrar. Y es que la palabra “patria” pesa tanto entre la gente… Ser patriota no es sacar tu bandera más grande y saberte de pe a pa los compases del himno de turno. Para mí, ser patriota es otra cosa mucho más grande. Es velar por el bienestar, la seguridad, los derechos y las libertades de todos y cada uno de los individuos de una nación. Es cuidar, preservar y querer la riqueza lingüística, nacional-territorial, cultural y patrimonial. Es respetar los valores democráticos y el respeto entre individuos diferentes entre sí. Nadie es más patriota que yo por llevar una bandera más grande. Pero la mayor parte de la gente piensa lo contrario. Casi nadie de nuestra clase política se acuerda de esto ya. Han conducido este asunto hacia un abismo y ya no se puede dar marcha atrás. Tantos unos como otros, quieren todo o nada. Muchos celebraban anoche que habían ganado. No se sabía exactamente el qué. Nadie sabe qué puede pasar, ni las consecuencias que esto puede tener. La gran pregunta que yo les haría a los que anoche celebraban algo es: ¿y ahora qué?


Pablo Torres Yébenes


28/09/2015

jueves, 24 de septiembre de 2015

Liberales de boquilla


Hoy me siento una persona con suerte. Suerte de no haber nacido 30 o 40 años antes. Probablemente, ahora tendría hijos que empezarían el cole estos días. No faltarían los libros de texto, por descontado. Ni siquiera uno de Historia, donde, en unos meses, ya a mitad de curso, aprenderían asombrados 3 hitos indiscutibles de la historia de España: Napoleón y su contribución a la Revolución Francesa, la Guerra Civil y Esperanza Aguirre. Si, habéis oído bien: Esperanza Aguirre, también. ¿Cómo nos íbamos a olvidar de la honrosa expresidenta de la Comunidad de Madrid, que tantos hospitales, eso sí, de gestión privada, ha construido? Por no hablar de esos heroicos contratos con la trama Gürtel, o su Sancho Panza particular, Francisco Granados, hoy viviendo en una maravillosa prisión que, casualidades de la vida, él mismo había inaugurado. Inolvidables también los millones que doña Esperanza redujo en Educación con ayuda de su aliada Lucía Figar, ni tampoco los 861 bolcheviques de Telemadrid que se fueron a su casa por negarse a aceptar la manipulación y el destrozo económico de la empresa. En fin, ¿qué vamos a decir de las hazañas políticas de Esperanza Aguirre mientras fue nuestra presidenta? Parece que sí se merece salir en los libros de texto de los niños, ¿no? O al menos eso han debido pensar los responsables de la editorial que se han atrevido a incluirla y destacarla como una auténtica diosa que trajo felicidad y prosperidad a los madrileños durante los 9 años que duró su mandato. Diera la sensación de que antes de ella desembarcara en la Puerta del Sol, tamayazo mediante, la Comunidad de Madrid era igual que un país del tercer mundo, con pobreza, marginación y analfabetismo cada dos pasos. Da igual que ya estuviera su partido gobernando cuando llegó, ella no aún estaba y punto. No se hable más. Por cierto, son 12 colegios los que construyó, y no 8 como dice el libro, según ella misma. Ay, esas erratas.

Esperanza Aguirre en Espejo Público (enero de 2015)
Ya que me he puesto a recordar a la lideresa, no puedo acabar sin recordar un hecho que dejé pasar en su momento y que ahora retomo. Hace unos meses, cuando Alexis Tsipras ganó las elecciones en Grecia, Aguirre fue invitada a Espejo Público, de Antena 3. Y doña Esperanza, siempre sin pelos en la lengua, no estaba dispuesta a permitir que el programa de Susanna Griso emitiera más de 1 minuto explicando la victoria de SYRIZA. Aprovechó este hecho para meterse de lleno con La Sexta, o “el programa de Pablo Iglesias”, como a ella le gusta llamarla. Acusó a la cadena verde de hacer propaganda de la coleta morada y de manipulación. Antonio García Ferreras, presentador de la tertulia “Al Rojo Vivo”, contestó a Aguirre calificándola de “liberal de boquilla” y recordó el cambio que sufrió Telemadrid durante su etapa de gobierno. Pero Esperanza, que siempre ha defendido a capa y espada la libertad de información y opinión, nunca estuvo de acuerdo con que una cadena obviara sus premisas e incluso informara más de la cuenta de las tropelías de su partido. Quería medios que, si no daban autobombo, al menos que se mantuvieran mínimamente en silencio ante lo que está y estaba pasando. La Sexta podrá ser parcial, pero es un medio privado y tiene todo el derecho del mundo a hacer lo que quiera, aunque me duela admitirlo. Pero Telemadrid la pagábamos todos: los seguidores de la expresidenta y los que no lo éramos. Claro que, para eso, Esperanza Aguirre ya no es liberal. Y es que parece que todos lo somos hasta que nos tocan lo nuestro. O al menos, eso  ha demostrado, queriendo o sin querer, doña Esperanza Aguirre.



Pablo Torres Yébenes
24/09/2015