martes, 8 de julio de 2014

"Dejad que los gays se acerquen a mí"

Hace algunos días se celebraron en Madrid las fiestas del Orgullo Gay, marcadas este año por la polémica que ha generado, una vez más, la primera dama de la capital, Ana Botella. Y no es que esta vez se haya metido con el colectivo LGTB de forma (in)directa como en otras ocasiones, sino que ha preferido limitar “la contaminación acústica en detrimento de los vecinos de la zona”  que produce esta celebración. Por unas razones o por otras, el caso es que este año la fiesta ha tenido que trasladarse parcialmente a otra ubicación, y no se ha podido realizar como se venía haciendo hasta el año pasado. Lo primero que se me viene a la cabeza es: “¿y qué problema tiene esta señora con que este colectivo se manifieste y se divierta por unos días en la capital?”. Pero está claro que, como dicen en mi pueblo, de donde no hay no roban. Sin embargo, el poder político no es el único culpable de esta incomprensión, pues las altas esferas eclesiásticas, que llevan rigiendo nuestra vida moral, dando lecciones de lo que está bien y está mal, siguen diciéndonos cómo nos tenemos que comportar, cómo tenemos que vestir y cómo y a quién tenemos que amar desde la época feudal, para continuar aprovechando la influencia social que el poder les brinda, dando ejemplo de un cinismo impresionante. Ellos, que siempre nos han dicho, y está escrito así en la Biblia, que tenemos que amarnos entre todos sin distinción, predican ahora (y siempre lo han hecho) la discordia entre la sociedad por la simple preferencia sexual. ¿Quién va a querer aceptar a unos desviados, que simple y llanamente son el diablo personificado, y extienden la lujuria y la promiscuidad? Pero eso sí, el amor al prójimo bajo cualquier circunstancia es fundamental para alcanzar la vida eterna. La Iglesia Católica, a la que ahora le ha salido una oveja negra como Papa, nunca en la vida ha sido ejemplo de nada. Aquellos que en su día apoyaron el genocida y férreo  régimen de Franco, le dicen hoy a las mujeres si deben o no ser madres, a los gays o transexuales que son hijos de Lucifer, y al resto de gente, que no follemos en exceso, y que si lo hacemos, se lo confesemos al cura, porque si no vamos al infierno. El yugo católico que sigue sobre nuestras cabezas, es demasiado pesado aún sobre nosotros, y más aún cuando el poder político, y el mediático, formado por cadenas de tan baja catadura moral como 13TV o Telemadrid por poner dos claros ejemplos, hacen manifestación de su sumisión, para seguir controlando nuestras vidas.

Este fin de semana miles de personas homosexuales, bisexuales o transexuales se han manifestado en Madrid para defender a los que aún en 80 países del mundo no pueden hacerlo, porque pueden ir a la cárcel de por vida, o incluso hasta morir, simple y llanamente por ser así. ¿Es este el mundo que queremos? Hagámonoslo mirar, y apoyemos a esta gente que no ha hecho nada más que tener una condición sexual diferente a la de los demás, se divierta, celebre y reivindique que por lo menos en España, pueden besarse y darse de la mano sin prejuicio alguno, aunque haya una alcaldesa o un cardenal al que le salgan mil arrugas en la cara solo de oírlo.


Pablo Torres Yébenes

08/07/2014

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