Hoy es uno de esos días en los que no tengo nada de ganas
de ir a clase. Anoche me acosté tarde y no me apetece levantarme. De pronto mi
madre irrumpe en el bendito silencio de mi habitación y me dice que me levante.
Pongo los pies en el suelo y me dirijo al baño. Asoñagado me dirijo al otro
cuarto de baño, al de mis padres. Hace poco que nos hemos cambiado de casa y
aún ando un poco desorientado. Me lavo la cara y me dirijo a la cocina, hay un
vaso de leche con unas cuantas galletas al lado. "¿Qué día es hoy
mami?"-le pregunto a mi madre mientras se prepara un café- "Creo que
11"- me responde ella. Entonces miro al calendario que está al lado
de la tele, y veo que es jueves . "Mierda, hoy había control de
plástica"-pienso. De pronto aparece mi hermana y pregunta por mi padre.
"Hace ya mucho rato que se fue...lo que no se es si se habrá acordado de
coger las llaves del coche". Inmediatamente el recuerdo de mi memoria se
para. No me acuerdo de más. Estábamos en esa calma aparente de un día
cualquiera en el que por momentos eramos ajenos a la barbarie que estaba
cociendo mientras desayunábamos aquella mañana del 11 de Marzo de 2004. Lo
siguiente que recuerdo, es la imagen de todos mis amigos y profes en el patio
del recreo. Evidentemente, a esas horas ya se sabía lo que había ocurrido. Era
un día nublado y seco y tenía a mi amigo Rubén al lado. Creo que en aquel
momento no era plenamente consciente de lo que estaba ocurriendo. Ni siquiera
sabía que mi propio padre se había salvado aquella mañana de un horrible
destino. Una semana antes le salió un curro al que solo podía llegar en coche y
dejó de coger ese tren por una semana. Bendito y desgraciado destino. A veces
pienso que en que se basa el destino para elegir a unas personas y a otras no.
Lo que si sé, es que la imagen de mis padres llorando desconsolados viendo las
imágenes de los vagones destrozados de los trenes de Atocha aquel fatídico
día no se me olvidará nunca. Probablemente estas palabras sean unas cuantas más
en el mar de sentimientos e ideas que se han escrito sobre esa horrible
jornada. Pero simplemente me gustaría que sirvieran para contribuir un poco más
a que desgracias humanas como estas no vuelvan a ocurrir jamás. Hoy ya han
pasado 10 años de aquello, pero las almas de las 192 personas que viajaban
aquella mañana en los trenes del 11-M siguen en nuestra memoria, pero en la
memoria ciudadana, no en la de los sinvergüenzas que desde el primer momento se
limitaron a aprovecharse políticamente de ello,y a no dar explicaciones. Quizá
podamos sacar algo positivo de esto, y es que, si hay una ocasión para que los
seres humanos sean mejores, paradójicamente es esta,y es que gracias a ello,
podemos hacernos una idea material de lo que podemos llegar a hacer por
convicciones religiosas o políticas. Eso es el ser humano, el ser más
imperfecto y despreciable del mundo, pero también el más increíble e
impresionante que la Naturaleza haya podido crear jamás.
Pablo Torres
11/03/2014