Hoy me siento una persona con suerte. Suerte de no haber
nacido 30 o 40 años antes. Probablemente, ahora tendría hijos que empezarían el
cole estos días. No faltarían los libros de texto, por descontado. Ni siquiera
uno de Historia, donde, en unos meses, ya a mitad de curso, aprenderían
asombrados 3 hitos indiscutibles de la historia de España: Napoleón y su
contribución a la Revolución Francesa, la Guerra Civil y Esperanza Aguirre. Si,
habéis oído bien: Esperanza Aguirre, también. ¿Cómo nos íbamos a olvidar de la
honrosa expresidenta de la Comunidad de Madrid, que tantos hospitales, eso sí,
de gestión privada, ha construido? Por no hablar de esos heroicos contratos con
la trama Gürtel, o su Sancho Panza particular, Francisco Granados, hoy viviendo
en una maravillosa prisión que, casualidades de la vida, él mismo había
inaugurado. Inolvidables también los millones que doña Esperanza redujo en
Educación con ayuda de su aliada Lucía Figar, ni tampoco los 861 bolcheviques
de Telemadrid que se fueron a su casa por negarse a aceptar la manipulación y
el destrozo económico de la empresa. En fin, ¿qué vamos a decir de las hazañas
políticas de Esperanza Aguirre mientras fue nuestra presidenta? Parece que sí
se merece salir en los libros de texto de los niños, ¿no? O al menos eso han
debido pensar los responsables de la editorial que se han atrevido a incluirla
y destacarla como una auténtica diosa que trajo felicidad y prosperidad a los
madrileños durante los 9 años que duró su mandato. Diera la sensación de que
antes de ella desembarcara en la Puerta del Sol, tamayazo mediante, la
Comunidad de Madrid era igual que un país del tercer mundo, con pobreza,
marginación y analfabetismo cada dos pasos. Da igual que ya estuviera su
partido gobernando cuando llegó, ella no aún estaba y punto. No se hable más.
Por cierto, son 12 colegios los que construyó, y no 8 como dice el libro, según
ella misma. Ay, esas erratas.
Esperanza Aguirre en Espejo Público (enero de 2015) |
Ya que me he puesto a recordar a la lideresa, no
puedo acabar sin recordar un hecho que dejé pasar en su momento y que ahora
retomo. Hace unos meses, cuando Alexis Tsipras ganó las elecciones en Grecia,
Aguirre fue invitada a Espejo Público, de Antena 3. Y doña Esperanza, siempre
sin pelos en la lengua, no estaba dispuesta a permitir que el programa de
Susanna Griso emitiera más de 1 minuto explicando la victoria de SYRIZA. Aprovechó este hecho para meterse de lleno con La Sexta, o “el programa de
Pablo Iglesias”, como a ella le gusta llamarla. Acusó a la cadena verde de
hacer propaganda de la coleta morada y de manipulación. Antonio García
Ferreras, presentador de la tertulia “Al Rojo Vivo”, contestó a Aguirre
calificándola de “liberal de boquilla” y recordó el cambio que sufrió
Telemadrid durante su etapa de gobierno. Pero Esperanza, que siempre ha
defendido a capa y espada la libertad de información y opinión, nunca estuvo de
acuerdo con que una cadena obviara sus premisas e incluso informara más de la
cuenta de las tropelías de su partido. Quería medios que, si no daban
autobombo, al menos que se mantuvieran mínimamente en silencio ante lo que está
y estaba pasando. La Sexta podrá ser parcial, pero es un medio privado y tiene
todo el derecho del mundo a hacer lo que quiera, aunque me duela admitirlo.
Pero Telemadrid la pagábamos todos: los seguidores de la expresidenta y los que no lo éramos.
Claro que, para eso, Esperanza Aguirre ya no es liberal. Y es que parece que
todos lo somos hasta que nos tocan lo nuestro. O al menos, eso ha
demostrado, queriendo o sin querer, doña Esperanza Aguirre.
Pablo Torres Yébenes
24/09/2015
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